ESCUDO CARMELITA
Sobre nuestro escudo...
La Orden del Carmen, como casi todas las órdenes antiguas tiene su propio escudo de armas. El nuestro tiene un profundo significado, recovecos que no siempre fueron interpretados de la misma manera sino que se le han dado diferentes significados según la época y el autor, ninguno quizá excluyente sino complementario.
Revista carmelitana, dirigida por seglares carmelitas, publicaba en sus páginas: “Pocos son los que no hayan visto un escudo del Carmen; pero son muy pocos, según hemos podido observar, los que sepan leerlo, o que entiendan su significado”.
Intentaremos en la medida de lo posible develarlo y degustarlo, con una guía, un librillo pequeño, sencillo y precioso publicado por el P. Rafael María de Melús O.Carm sobre el escudo del Carmelo. Las imágenes y leyendas son tomadas de la misma obra, con algunas excepciones.
Hablar del escudo del Carmelo, es hablar de María, pues ella está presente en cada detalle y cada uno en conjunto le señalan como la Reina y Señora eterna del Carmelo. Son preciosas las historias, fábulas o no, que se cuentan de los favores recibidos por Ella. Su Orden, como desde siempre y hasta siempre se le ha llamado al Carmen le vive eternamente agradecida por estos siglos de fidelidad a su promesa.
Cuenta la tradición antigua, que abatidos aquellos primero monjes sobre el Carmelo, por la invasión islámica de Tierra Santa, se vio peligrar la Orden, parecía el futuro incierto y nada parecía claro para aquella estirpe de Elías.
¿Quién sino ella tenía que salir arreglar los problemas de sus hermanos? Y ahí está la promesa que nos cuenta tan interesante ese precioso cuadro de grandes dimensiones que se conserva en la sala de recreación de la casa provincial de los carmelitas del Buen Suceso, procedente de la Casa Grande del Carmen sevillano:
El lienzo, pintado por Andrés de Rubira, perteneciente a una colección que no se conserva reunida en su totalidad, nos cuenta esa bella historia de amor entre el Carmelo y Nuestra Madre Santísima.
Transcribimos el texto del Padre Ismael Martínez Carretero O.Carm en su libro “Los carmelitas en Sevilla, 650 años de presencia”. A la izquierda del cuadro se contempla el monasterio en llamas (el del Carmelo) y los frailes con las cabezas cortadas por el alfanje musulmán; a la derecha son las almas de esos mismos mártires portados por los ángeles al cielo con las palmas del martirio mientras que, como en el libro de Apocalipsis, son centenares y miles los monjes de capa blanca quienes están dispuestos a dar sus vidas por el Cordero. El prior, que según la tradición era San Brocardo, implora angustiado a la Virgen su Patrona piedad para con su Orden apenas recién nacida mientras que Nuestra Señora, revestida del hábito carmelita, le consuela con estas palabras: “Confía, hijo, porque yo te aseguro que, mientras fluyan las olas del mar y el sol prosiga su curso a través de los etéreos espacios, mi blanca Orden del Carmen vivirá”.
Esta es una de las miles de historias que se cuentan del Carmelo y de su relación con María, que se multiplica cada vez que preguntamos a las monjas y frailes de nuestra religión, que llevan este hábito marrón y se sienten herederos de los mismos favores y promesas, que llevamos como María, esa capa que se vuelve ánimo y amparo si la lleva ella. Intentemos sondear entonces aunque vagamente el significado de nuestro escudo:
¿Origen o evolución?
No podemos decir que el escudo del Carmen tal y como se conoce ahora, tenga un origen definido y haya sido utilizado desde siempre en los documentos oficiales que nos representaban como institución religiosa, o sea como Orden.
Ha tenido su evolución a lo largo de la historia y sus partes integrantes han cambiado o se han comprimido, manteniendo siempre el significado central del mismo.
La heráldica, nació para celebrar y festejar los episodios importantes y famosos del pasado. Para plasmar esta tradición de gloria no bastaban las palabras se necesitaba escribirlo y plasmarlo esculpido en la heráldica.
Parace que la tradición de utilizar escudos se remonta al siglo XIV, cuando los grandes monasterios comienzan a utilizar escudos, los colocan sobre las puertas de sus edificios e iglesias. Pero hay un lenguaje detrás de tanto arte, un lenguaje que no solo sirve de versión de los hechos, sino que se vuelve en todo momento un reclamo de los orígenes, una conmemoración periódica y a distancia de aquello que como familia, institución o grupo nos hace orgullosos de ser lo que somos y de venir de donde venimos.
Es el caso de nuestro escudo, que cuenta lo más singular de nuestra tradición, nuestros orígenes…de los que sin duda hemos de estar orgullosos y regalar alguna miradita a ellos de vez en cuando…pues son ellos los cimientos y de esa casta venimos. Solo nos queda ser como ellos, con esa santa presunción de que hablara Nuestra Santa Madre.
Los primeros datos fiables históricos e impresos se remontan al siglo XV. Vamos a blasonar (Describir nuestro escudo): Campo plata con monte de sable, con tres estrellas: dos en jefe, sable sobre plata, y una en punta, plata sobre sable. Al escudo está sobrepuesta una corona ducal, con brazo armado de espada de fuego, que sobresale. El conjunto está aureolado de doce estrellas de oro, con una leyenda que dice: Zelo zelatus sum pro Domino Deo exercituum.
Hoy la única diferencia en los escudos oficiales de las dos ramas, es la cruz que remata el monte, más difundida entre los descalzos, pero que indistintamente fue utilizada por varias provincias reformadas de la Antigua Observancia, y aún hoy se puede utilizar sin problemas aunque queda definida la diferencia.
El primer escudo que se conoce data de 1499, algo diferente del que conocemos hoy en día. Estaba devidido en dos partes: La interior lleva un monte Carmelo estilizado, sobre la parte superior una Señora entronizada con el Niño. La Señora lleva la corona de estrellas y la media luna forma escabel en sus pies, mientras que el escudo que la rodea al exterior lanza rayos al sol y lo sostiene dos ángeles. La representación se completa por dos textos: “Sum Mater et Decor Carmeli” que sale de la mano de María, y: Elías et Eliseus Proph. Duces Carmelitarum: Elías y Eliseo profetas, jefes de los Carmelitas. Este último letrero sale de las manos del niño. Este es el primero de los escudos conocidos, ahora su composición dista un poco de ser la misma, aunque el sentido principal se mantiene.
A través de muchas épocas y de algunas modificaciones, hoy el escudo es uniforme y está aceptado por las dos ramas, cada una el suyo.
Nuestro escudo y sus partes (significados)
Os expondremos por partes los diferentes significados que se le han atribuido:
Campo Blanco: María, nubecilla Eliana, capa blanca, vestido blanco que llevó en la tierra la Virgen María, Elías, vida de castidad, pureza de corazón, manto que dejó Elías a Eliseo antes de ser arrebatado por Dios en el carro de fuego (Leer el libro primero de los Reyes, AT).
Campo marrón: habito, María, Monte Carmelo, Vestido marrón que según la tradición llevó en vida la Santísima Virgen, Vida humilde y mortificada, escapulario, Espíritu de oración y contemplación, manto de María, capucha del hábito carmelita, austeridad, pobreza y espíritu de renuncia.
Las tres estrellas en general: Los estados históricos del Carmelo; memoria, entendimiento y voluntad; María; los tres votos; Señal de distinción de la Reforma Mantuana; Las tres virtudes teologales; las tres ramas de la Orden: frailes, monjas y seglares.
Las estrellas del campo blanco: Los pechos de María (de donde se ha de alimentar la espiritualidad carmelitana); las dos naturalezas de Cristo; los dos estados posteriores de la Orden, los carmelitas que gloriosos moran en el cielo, Elías y Eliseo; Virginidad y maternidad de María; El doble espíritu de Elías, soledad y apostolado.
Las estrellas del campo negro: Los siete dolores de María; el vientre de María; Elías; los carmelitas que militan en la tierra, la santidad de los carmelitas, la Orden.
La cruz del monte: Amor a la cruz de los primeros carmelitas, por dos dichos de Santa Teresa; Por San Juan de la Cruz; Escalera para llegar al cielo; Mortificación.
La corona: María; Elías; Nobleza de la Orden.
Las doce estrellas: La Virgen María del Apocalipsis; los doce principales puntos de nuestra Regla; Los doce favores más grandes que María concedió a su Orden; Hermosura de la Orden, los santos de la Orden.
El brazo con la espada y mote: Elías, Celo por la gloria de Dios que han de vivir los carmelitas.
Sobre todas las interpretaciones, tan distintas entre sí podemos destacar un punto en común para todas: Espíritu Eliano y Mariano de la Orden.