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EN EL...



La Orden del Carmen, nace como intento de vida, centrado en la contemplación de los misterios de Dios. Los primeros ermitaños, “Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo”, en su mayoría excruzados que decidieron quedarse en Tierra Santa habitando los lugares que recordaban a Elías, Eliseo y la escuela de los profetas que les sucedieron, tenían una visión clara de su carisma, inspirado por el Espíritu Santo y confirmado por la riqueza que en todos estos siglos ha dado la Orden a la Santa Madre Iglesia.
 

"!Que de santos tenemos en el cielo que llevaron este mismo hábito!"
Sta. Teresa de Jesús
 
 
¿Cual era su espíritu? ¿Cómo vivían? La respuesta es sencilla, su norma de vida, dada por san Alberto, patriarca de Jerusalén (Regla). era un documento compuesto en su mayoría por textos bíblicos que evocaban la vida pobre, obediente, austera y en continua contemplación. Podríamos decir que su primera y más importante ocupación era “Meditar la Ley del Señor día y noche” sin que nada ni nadie estorbara su empeño.
 
En ese clima de pobreza, soledad y silencio nace la Orden y con algunas modificaciones exigidas por el nuevo contexto social, pasan a Europa, donde se expanden no sin muchas dificultades. Ya en occidente se funda las monjas y los seglares añadidos a la primera Orden.


Luego la relajación, común en el medioevo a casi todas las órdenes religiosas. Se necesitaba una vuelta atrás, un beber de nuevo del principio...de las fuentes donde se habían nutrido aquellos primeros carmelitas. Entonces aparece en el panorama de la Iglesia esa gran mujer hoy doctora, llamada Teresa de Jesús, Nuestra Santa Madre. 
 

Luego la relajación, común en el medioevo a casi todas las órdenes religiosas. Se necesitaba una vuelta atrás, un beber de nuevo del principio...de las fuentes donde se habían nutrido aquellos primeros carmelitas, y entonces aparece en el panorama de la Iglesia esa gran mujer, hoy doctora, llamada Teresa de Jesús, para nosotras Nuestra Santa Madre. 


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No vivía tranquila en su Carmelo de la Encarnación. No era de los monasterios más relajados, había buen clima fraterno, pero pasaba algo. El excesivo número de religiosas, el hambre que obligaba a la comunidad a tratar con seglares para poder sobrevivir y con esto el excesivo uso de los locutorios conventuales iba llevando a una clara decadencia aquel ideal por el que aquellos valientes abandonándolo todo, se habían congregado en las faldas del Carmelo. ¿Qué se podía hacer?
 

 

 

 

 

 

 

 

Teresa tenía la solución, “Aquello que buenamente pudiéremos” “unas pocas, con grandísimo encerramiento” teniendo por ideal a la Virgen quien es Reina y Primerísima Carmelita y “Aquellos santos pasados que no tenían a quiense quejar sino a Dios” la solución parecía clara, pero no fácil “Tomar una santa presunción de ser nosotros como ellos” “yendo de bien en mejor” “No conformándonos con solo costumbre, pues de guardar a guardar va mucho”.
¿Objetivamente que tenía Teresa eb sus manos? Nada de nada, pero Teresa con Dios lo podía todo. Unas pocas, encerradas en estricta clausura, “tratando de amores con el Rey del cielo” dedicando, como aquellos padres pasados cada instante de su vida a la contemplación amorosa de un Dios que las había llamado a servir a la Iglesia desde el olvido de todo lo terreno, poniendo el pensamiento en solo Dios. ¿Y las dificultades para conseguir una casa y para fundar y para las licencias? “los ojos fijos en nuestro esposo, Él nos ha de sustentar”.

 

 
 
 
 
 

 

"Id siempre de bien en mejor...porque de guardar a guardar va mucho"
Teresa de Jesús
Con esa idea en la mente Dios puso en su camino aquellos que iban a ser pilar fuerte, herederos de su herencia que no era otra que la tradición contemplativa y orante de los primeros ermitaños en aquel lejano Carmelo. Al fin, podía verse redoblado en la Orden de la Virgen aquel celo inmenso que consumía al profeta Elías y que pasaría a formar parte del escudo y lema de la Orden “El celo de Dios me devora”.
 

Celosas de la gloria de Dios, se reúnen como pequeña comunidad, como diminuto colegio de los apóstoles en san José de Ávila. Un monasterio pequeño, construido con casas adosadas y a medio hacer, pocos cuadros e imágenes, dos rejas y una campanita rota eran casi lo que tenían.... eso y la alegría de volver a las fuentes, a la contemplación de los misterios de Dios, en silencio, soledad, retiro...
 

En aquella soledad de su convetico de San José, hizo realidad Teresa el sueño de su vida.

 
Por eso en los monasterios de nuestra Orden se dedican diariamente dos horas íntegras a ese trato amable, amistoso y abierto con el Dios que lo llena todo. Complementariamente la carmelita se une a la Iglesia con la oración de la liturgia de las horas de una forma sencilla y solemne. Su centro es la oración continuada en la que debe vivir, ese estarse “Amando al amado” se esté donde se esté.
Si la carmelita limitara su estarse con Jesús a solo los momentos del día en que el horario conventual insta hacerlo, no sería buena carmelita, no estaria cumpliendo con su esencia de ser llama viva, encendida e imperecedera delante del que es la Gloria misma.

Lo grandioso de este don de Dios, que es la vocación a la descalces teresiana es que no se hace realidad por autocomplacencia y comodidad. No por seguridad en un futuro si se vive asi o de este otro modo, no. Lo hace porque sabe que de su alma pobre, humilde pero preciosa ante los ojos de Dios, brota el raudal de gracias que inundan la tierra, la iglesia, las almas.

Tantas cosas nacen de su entrega, tantas flores se abren al cielo, tantos purgantes que salen de su purgar para volar a Dios. Y luego de los peligros que sus almas vigilantes evitan, caídas y blasfemías. Todo lo carga dentro, sabe que pasa, que es realidad la vocación a la que está llamada, entiende que su entrega puede devolver almas al Dios de las almas y lo sabe de la mejor forma posible... por la fe.
Hasta en eso se ha de clavar en la cruz... renuncia a todo, incluso a saber objetivamente que su sacrificio es fecundo, que se ha vuelto a golpe de austeridad y amor, mucho amor, madre de almas. Lo ve detrás de la oscura noche de la fe, lo sabe, pues ha creído en alguien que no se desmiente, lo nota cada vez que siente en si misma las heridas de la cruz, lo pesado de la renuncia y las llagas que se abren al caminar sobre sus pasos para dirigirlos en pos de Aquel que nos lleva en sus manos para transitar por nosotros el sendero predregoso y asi librarnos, a costa de su dolor, de que nuestras plantas sufran golpes, daño...cualquier rasguño.
"Los ojos fijos en vuestro esposo, Él os ha de sustentar"

Teresa de Jesús

 
 
 
 
 
 

 



 
 
 
 
 

Y entonces no nos extraña que una mujer en plena juventud se sienta realizada, convencida de que su lugar está ahí dentro, que no hace falta salir sino a decirle al mundo que es felíz... si, felíz. Y lo grita una y mil veces desde su silencio. Hay vidas que hablan más cuando callan y rien que cuando se despampanan hablar como si el estarce quietos escuchando no fuera ya de por si suficientemente elocuente.

Y algunas veces ese amor se siente, se palpa, se vive de una manera gozosa, y Dios regala entonces sus consuelos. El alma se siente casi físicamente (Es una manera de hablar) casí en Dios, con Dios...junto a Dios.

 

Esos consuelos suelen alternarce con largos periodos de silencio de todo...y el mundo parece como si todo estuviera o mudo, o loco. Y Dios también parece callar, dormido...otra vez como los discípulos se pide ayuda “Maestro que nos hundímos” y luego en medio de las más oscuras tinieblas y arideces, suena la voz de Jesús sin sonar, no se ve nada, no hay espacio racional para pensar que ese Jesús que prometio acompañarnos todos los dias hasta el fin del mundo esta ahí, es real.

 La razón puede revelarce, puede gemir con chillidos de infiernos que todo es una farsa, que se ha perdido el tiempo. Y entonces ocurre el milagro, la razón y la emoción en ocasiones pueden segar corazones y sesgar criterio, pero no nubla la memoria, y recuerda la carmelita algo que sabe no puede olvidar y es que también a renunciado con sus votos a elegir a la razón o a la emoción como su guía hacia la meta, no es ningún movimiento de la mente lo que alumbra aunque de negro la noche oscura de una carmelita, el es convencimiento recordado de aquella promesa de su presencia, de su compañía, y de lo que es más importante, de su amor.

 
 

Quien ama a Jesús puede experimentar sentimientos de autocomplacencia, de satisfacción incluso de orgullo...y digo solo el que le ama porque el no experimentar su amor como real y profundo es una sensación que culmina en el deseo de entregarse cuanto antes mejor, de darse por entero, de ocuparse in aeternum de amarle.

 
 
 
 
 
 
 
El que ama puede experimentar una sensación pasajera de felicidad, la plenitud del amor llega cuando la reciprocidad es tan evidente que no se puede separar a las personas que componen la relación, precisamente porque es imposible diferenciarlos. Todo llega a ser perfectamente simétrico, y el deseo de aumentar la entrega crece con los años.
 

 

Así vive sus días, siempre feliz, pues su felicidad no es llorar, ni reír, ni contar, cantar y mandar. Su felicidad es vivir en Dios, meditándole, trayéndole en la cabeza todo el tiempo, prodigándole las caricias de sus deseos de perfección. Es desde aquí que su amor irradia al mundo, sus bendiciones lo salpican, los pétalos de rosas de su pobre entrega a los ojos humanos, tienen un valor multiplicado delante del Dios que la amó desde siempre sabiendo también desde siempre que su amor, imperfecto colmaría el corazón de la Trinidad. ¿No os damos cuenta de que el Corazón Perfecto y Santo de Jesús, se derrite, se evapora y vuelve a crucificarse , a entregarse, a ofrecerse, deja comulgarse cada día, cada hora por cualquier corazón imperfecto, que con solo el anhelo de no ofenderle, busca su santificación personal?
 
 

 












 
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